sábado, 18 de mayo de 2013
COMPRO ORO
Compro oro.
Reza el cartel dorado,
inmutable,
certificando eternidad.
Y junto a él
una pizarra sin glamour,
negra con polvo de tiza,
variable
como la cotización
del mercado de Londres
para el precioso metal
que la ensucia.
Compro oro.
Dos vocales redondas
como bocas sorprendidas
abiertas
dispuestas a tragar
alhajas venidas a menos,
miseria cotidiana,
pendientes desparejos,
herencias de la abuela,
cadenas rotas,
pulseras obsoletas,
hambre verde de gastar.
Compro oro.
Dos oes como los dos ojos
de Google,
detrás de los que está todo,
que te invitan a pasar.
Dos alianzas rutilantes,
sin aristas, infinitas,
prometen el Olimpo.
Una joya es para siempre.
Hasta que compro oro
nos separe. Oh.
Imagen: Vicent van Gogh. A Pair of Leather Clogs. 1888.
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Me encanta tu poema; debería rezar junto a ese cartel de la farola, del parabrisas del coche, en la puerta del local amarillo-miedo o en la puerta de la iglesia.
ResponderEliminarPara siempre, como dicen los matemáticos, sólo los teoremas son para siempre... (http://bit.ly/117ngcg)
Un saludo,
JM.
¡Muy buen monólogo! Gracias por enriquecer el poema con tu refulgente opinión. Te mando un abrazo, aunque vaya sin teorema...
EliminarFantástico!
ResponderEliminar¡Gracias, Magda!
EliminarUn mercadeo triste en sepia que me recuerda las crónicas de posguerra. De todos los oros que en el mundo han sido, me quedo sin duda con el Oro del Rin wagneriano.
ResponderEliminarUn abrazo.
Envuelto de magia y música, ese oro se perpetuará, lejos de la miseria de color sepia.
EliminarMagnífica elección.
Un abrazo.