miércoles, 17 de octubre de 2012

QUIERO MIS DIEZ EUROS



-"¡Quiero mis diez euros!  ¡Los quiero ahora, los necesito! Son míos. ¡Mañana no, ahora!"

   La desesperación tensaba el hilo de voz de esa mujer joven de sudadera verde.
La cola de clientes-deudores del banco, entre los que me encontraba en ese momento, vibraba con el terremoto del grito, más allá de las paredes acristaladas del despacho del director. Algún síndrome de abstinencia, -ignoro si de pan o de otra sustancia- le hacía elevar el tono casi hasta el llanto. -"¡Quiero mis diez euros! El cajero se los ha quedado y los necesito!". Las negociaciones entre el director y la alterada mujer continuaban sin resolverse cuando salí de la sucursal. Marché sin poder hacer mi triste gestión. La empleada, con severa diligencia, me sentenció:

 -"Ese seguro es obligatorio. Lo dice el Estado, en algún decreto. Imposible devolver el recibo. Y además esta no es su oficina."
 
   Tres policías fumaban en la puerta. La presencia de un cuarto agente dentro ejerció un efecto calmante en la crispada voz de la joven, aunque ella permanecía aferrada a la silla. 


   No sé si el cajero automático se tragó los diez euros que el banco se negaba a escupir.  Desconozco la historia que hay detrás de esa chica ni cómo acabó.
Es el ejemplo vivo de precariedad, angustia y ahogo financiero que he presenciado esta misma mañana.


Imagen:  David Siqueiros. Retrato de Angélica. 1947

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