Hundirse en un sufrimiento de andar por casa es tan fácil, que me lavo la cara de cuando en cuando para sacarme las legañas de esa tontuna y tocar el hueso. La apuesta es sencilla: Mis cartas no son malas. Sólo me queda disfrutar del vértigo subida a una escalera de color o lo que salga. Sin trampas. No es de dinero de lo que hablo.
Imagen: Paul Cézanne, Les joueurs de carte. (1892-95)
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