El cursor parpadea sobre lo que parece un folio en blanco. Puedo escribir muerte, piedra, amor, agua, miseria, sangre, sin mancharme los dedos mas que con las letras furiosas que el iPad altera. El robot pretende que no me equivoque. Borro, evoco el crujido del papel mientras arrugo mentalmente esta hoja y el cursor espera como un perro jadeando sus mayúsculas. Me irrita este falso folio sin poema, sin afilados bordes que hieran como cuchillo. Abro una cápsula de café envasado al vacío que no mancha, ni deja aroma. El cursor continúa respirando mi aliento.
Imagen: Forbidden Planet. 1956. Directed by Fred M. Wilcox.
Las calles están llenas de animales hostiles y solitarios camuflados en la masa. Las redes están llenas de peces que se miran, desprecian, burlan, ignoran. Cadáver sobre cadáver. Dicen que nos necesitamos porque somos animales sociales.
Hundirse en un sufrimiento de andar por casa es tan fácil, que me lavo la cara de cuando en cuando para sacarme las legañas de esa tontuna y tocar el hueso. La apuesta es sencilla: Mis cartas no son malas. Sólo me queda disfrutar del vértigo subida a una escalera de color o lo que salga. Sin trampas. No es de dinero de lo que hablo.
Imagen: Paul Cézanne, Les joueurs de carte. (1892-95)