Cada mañana de lunes a viernes, voy al trabajo en bici y me cruzo con las mismas personas. O casi. Una mujer que pasea dos perros, y atiende más tarde en el asadero de pollos. Fruteros y pescaderos que descargan suministros. Adolescentes de tupé y mochila, cigarro en ristre, camino a clase. El que vende pañuelos en el semáforo y regala conversación o un "buenos días" que le devuelvo sobre ruedas si está verde. Un hombre de gorra y sonrisa, que figuro conserje porque está asomado en un portal node belén y me dice "holaaaa" con una "a" larga, como la de los ingleses. Mujeres y hombres anónimos, distintos según los minutos de retraso, caminando muy serios, hacia la rutina laboral o acompañando a niños que van al colegio. Grupos de runners de colores fosforito y edad mediana. Turistas de maleta y de mochila. El repartidor de periódicos gratis con un remolino de clientes como palomas rodeándolo. Peatones, carteros, empleados de banca, policías, bicicletas y coches. Mi día se despereza con energía de ciudad pequeña. Quizá mañana falte alguno de estos actores matutinos. Quizá nadie lo note. Quizá sea yo. La muerte y la ausencia a veces no son recursos literarios. En memoria de Luis Alberto y los kilómetros compartidos. DEP.
Solo pretendo desalar la cochambre con lejía, un poco de sol y trepar estratos naranja para disipar el desaliento. Y una vez allí, en calmada soledad, dormir otros tres años.
Busco un curso para redondear mis vocales y admitir tus consonantes en clave de sol que salga cada día. Y hacernos música. O silencio. En su defecto, acepto sugerencias de cursos para cultivar océanos.
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres(...) Eduardo Galeano Érase una pulga que soñaba con saltar libre de todos los perros. Pero la noche era fría y el pelo da abrigo.
"A veces me gustaría acabar con todos ellos" Renegaba, bregando entre otras pulgas, mientras su diminuta vida jodidamente caliente, se iba apagando. Imagen: Congreso de los Diputados
Como una raíz que levanta el pavimento ávida de vida, me instalo en tu corriente. Con los pies sucios de lluvia y mundo sostengo la tierra de tu pecho. No creo en caminos, enseres, semáforos, edificios, aparejos. Me estremecen la luna y los quejidos de amor en los tejados, el cansancio de la risa, los cántaros rotos, almohadas, forjeceos alumbrados al viento. Imagen: Ugo Rondinone. Clockwork for oracles
Siete mares arremeten contra el nudo de mi cráneo y ascienden con un Leviatán y veinte gritos en marejada. Busco el silencio más adentro del pulso y un ibuprofeno en su sagrada forma purifica el desasir de la maldita madeja. Me rindo, pierdo y gano mi propia batalla del equilibrio. Hasta el siguiente asalto.
Delirio de luz es hoy comerse la haches y exudar agua y sol. Los efectos de este virus son asfalto mojado sobre mis manos que descongestionan témpanos en gas y humo y desdibujan el deleite. El instante encaja y clausura la sal. Y es vida el aire contaminado del demonio de primavera y soy ojos y sed. Y te pienso. Y se desahucia el pan.
Todo poema lleva un tú que lo hace luciérnaga en la noche del universo. Los humanos-hormiga nos dolemos y amamos en un radio insignificante como una fila de puntos suspensivos surcando simas tectónicas sin ser conscientes del vértigo. Lo enorme no es visible a nuestros ojos de insecto. Imagen: Tsuneaki Hiramatsu
¿Para qué gritar por escrito, arriesgar una fortuna de monopoli, crujir, amar sin romperse, creer que ganas aire y luz mirando en la oscuridad, saltar al vacío imaginario? Ensayar vida o suicidio sobre un trozo de papel sostiene y sacia con la eficacia de un colador sobre un caudal de esta nada. Inútil, estúpida, insuficiente pérdida de tiempo.